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| Foto: UEFA.com |
San Marino es considerado por casi todos como la peor selección de fútbol de la historia y un equipo que constantemente está acostumbrado a no saber lo que es ganar. Sin embargo, durante la década de los ´80 un jugador de ese país salió del molde y supo destacar en uno de los clubes más grandes de Europa: la Juventus.
Nacido en el pequeño país, Massimo Bonini comenzó a destacar desde joven con la pelota y con solo 18 años debutó en el Bellaria Igea del por entonces no profesional Campeonato Sanmarinense, en donde gracias a su buena técnica y sacrificio por el equipo, fue contratado al año siguiente por el Forli de la tercera division italiana.
En la temporada 1979/1980, el Cesena de la segunda división decide comprarlo y firma su primer contrato como futbolista profesional, convirtiéndose en un volante fundamental del equipo que conseguiría al año siguiente ganarle la promoción al Brescia y lograr el tan ansiado ascenso a la Serie A.
Dadas sus cualidades, en la temporada 1981/82 el mítico entrenador italiano Giovanni Trapattoni decidió que era el momento de tenerlo en la Juventus para que sea el heredero de Giuseppe Furino en un mediocampo que esa daba un salto de calidad con la llegada de Michel Platini.
Durante su estadía en la Vecchia Signora, Bonini fue el pulmón del "10" francés y un compañero fundamental: "Lo importante en esas situaciones es el respeto y puedo decir que hubo mucho. Platini, además de ser un gran jugador, era una persona muy inteligente y sencilla. Cuando el respeto es recíproco, dentro y fuera del campo, no hay campeón, más bien hay un campeón humano y profesional y, tal vez, esto es precisamente lo que marca la diferencia".
En 1983 y con 23 años, Bonini fue galardonado con el Trofeo Bravo, un premio que por aquel entonces era entregado al jugador joven más prometedor del fútbol europeo. Además, con la Juve se dio el gusto de ganar tres Serie A, una Copa de Italia, una Liga de Campeones, una Recopa de Europa, una Supercopa de Europa y una Copa Intercontinental hasta que se marchó en 1988 tras casi 300 partidos y seis goles.
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| Foto; Fsgc.sm |
Tras su salida de la Juventus, llegó al Bologna en donde fue un referente del equipo que logró la permanencia en la primera temporada y al año siguiente consiguió la clasificación a la Copa de la UEFA. Además, con 31 años, en 1990 hizo su debut con la Selección absoluta, en donde llegó a jugar 19 partidos y no metió ningún gol. Sin embargo, en 1993 con solo 33 años decidió colgar los botines y alejarse del fútbol.
Reapareció en junio de 1996 para hacerse cargo de su Selección, aunque solo estuvo al mando hasta septiembre de 1997, demostrando que no se podía hacer nada con un equipo en el cual no había jugadores profesionales.
En el 2004, fue distinguido como el Jugador de Oro de San Marino, un premio entregado al mejor futbolista de la historia del país. Sin dudas, un jugador que demostró que aunque sea de un país sin tradición en el deporte rey, pudo triunfar en uno de los equipos más grandes del mundo.


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