lunes, 2 de abril de 2018

Que el pasado no encandile el porvenir


En nuestro país suele decirse que el "título honorífico" de la hinchada más sufrida se lo disputan los fanáticos de Racing y Huracán. A nivel selecciones esa misma distinción podría quedarse tranquilamente de este lado del charco, más precisamente en Uruguay. Allí, y amparados por la ya legendaria Garra Charrúa, los hinchas de la Celeste se han acostumbrado a que cada triunfo cueste y requiera grandes cuotas de sacrificio. Aunque de cara a Rusia hay razones de sobra para pensar que la situación será distinta.
   Pero, ¿cuánto hay de mito y cuánto de verdad en esa supuesta herencia de los antiguos pueblos originarios que habitaron Uruguay? Si bien es cierto que hoy en día es la selección con más títulos del mundo, convengamos que no sería del todo probable consagrarse 19 veces a base de mucha garra y poco fútbol.

   Y es que para alzar sus 15 Copas América, dos Mundiales y dos oros olímpicos, la Celeste ha requerido también del servicio de jugadores de gran talento, como Héctor Scarone, Enzo Francescoli o Álvaro Recoba, entre tantos otros; además de los clásicos guerreros de la talla de José Nasazzi, Obdulio Varela, Diego Lugano, etcétera, etcétera...
   También es cierto que contribuye a esa grandeza la precocidad del fútbol sudamericano, que comenzó a desarrollarse tan tempranamente que para cuando comenzó el primer Mundial de la historia, justamente en tierras charrúas, Uruguay ya había cosechado seis Campeonatos Sudamericanos y sus dos preseas doradas, en París 1924 y Ámsterdam 1928. Sin contar que a todo esto hubo que sumar el 30 de julio de 1930 la primer Copa del Mundo a sus vitrinas.
   De esta manera, la Celeste consiguió ser la primera selección en consagrarse tricampeona a nivel mundial, aunque debió esperar 20 años para volver a jugar el torneo más importante. Y de qué manera se dio el regreso.
   En Brasil 1950, y tras dos décadas en las que Uruguay “sólo” cosechó dos Campeonatos Sudamericanos, llegó el mayor logro de su historia con el mítico Maracanazo. Aquella inolvidable tarde de Río de Janeiro en la que quedaron inmortalizados Schiaffino y Alcides Ghiggia, el autor del tanto que le dio a los Charrúas su segundo y hasta ahora último Mundial.
   Aquella década que comenzó de la mejor manera posible podría decirse que se coronó con un cuarto puesto en Suiza '54 y dos trofeos continentales más, en 1956 y 1959.
   No obstante, con la llegada de los '60 las aguas del triunfo comenzaron a apaciguarse. Luego de discretas participaciones en Chile '62 e Inglaterra '66, Uruguay arrasó en el Campeonato Sudamericano de 1967 (último bajo esa denominación), en el que sería su último título en 16 años. Aunque no todas fueron malas, ya que en México 1970 la Celeste regresó a los primeros planos y finalizó en el cuarto puesto del Mundial.
   Más tarde llegarían una pésima actuación en la Copas del Mundo de 1974 y sucesivas ausencias en Argentina '78 y España '82, para retomar recién en 1983 la senda del triunfo en la Copa América, con un título que revalidaría cuatro años más tarde en Argentina, en una edición recordada por la victoria Charrúa frente al local, que venía de ganar su segundo Mundial.
   Por aquel entonces el lazo entre los uruguayos y el torneo más importante del mundo fútbol se había limitado a actuaciones mas bien discretas o directamente ausencias, como en 1994 y 1998.
   Ya con el ingreso al nuevo milenio comenzó la relación idílica entre la Celeste y los repechajes intercontinentales, que le permitieron a Uruguay acceder a los Mundiales de 2002, 2010 y 2014. Y allí, obviamente, hay que hacer mención a Sudáfrica 2010, donde una gran generación de futbolistas, que un año después ganarían una nueva Copa América en suelo argentino, consiguió un más que meritorio cuarto puesto con una grandísima actuación de Diego Forlán, el balón de oro de aquel torneo.
   Ahora, a ocho años de aquella resurrección del fútbol uruguayo, los dirigidos por el interminable Maestro Tabárez sueñan con alcanzar otra vez la gloria, con grandes líderes de experiencia como Diego Godín, Luis Suárez o Edinson Cavani, sumados a jóvenes promesas que tranquilamente pueden dejar atrás la mítica Garra Charrúa para imponer un estilo en el que predomine el juego vistoso.

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