| Foto: elenganche.es |
Con
tan solo 14 años, el italiano Franco Gemma se convertiría en el
verdugo de la Selección española, que no pudo clasificarse a la
Copa del Mundo pese a afrontar la etapa clasificatoria como claro
favorito por sobre su rival. Pero, ¿cómo es que un joven que ni
siquiera era futbolista definió el futuro inmediato de ambos
equipos? He aquí la historia.
Al
haber transcurrido menos de una década del final de la Segunda
Guerra Mundial, la deserción de las Eliminatorias europeas era
inmensa, por lo que los grupos no estaban compuestos por más de dos
o tres selecciones, que definieron a los 11 clasificados por el Viejo
Continente entre fines de 1953 y los primeros meses de 1954.
Así
fue que España y Turquía quedaron emparejados en el Grupo 6, donde
medirían sus fuerzas primero en Madrid y luego en Estambul para ver
quién viajaría a Suiza.
En la ida, la Roja
demostró su chapa de favorita y goleó por 4-1 en el Nuevo
Chamartín, aunque las crónicas de la época cuentan que el
rendimiento de los españoles dejó mucho que desear. Para colmo, en
aquel entonces no se contabilizaba la diferencia de gol, por lo que
cualquier triunfo otomano en la vuelta obligaría a la disputa de un
tercer encuentro.
Y
fue justamante eso lo que ocurrió: el 14 de marzo, en el Mithat Pasa
Stadium, los turcos dieron el batacazo y superaron a la España de
Ladislao Kubala (que pese a ser húngaro jugaba para la Roja)
por 1-0 con un solitario tanto de Burhan Sargin.
De
esta manera, el escenario elegido para la contienda final sería el
Olímpico de Roma, apenas tres días después del segundo encuentro.
Allí los ibéricos tendrían toda la presión y no contarían con
Kubala, que fue desafectado algunas horas antes del partido por un
misterioso telegrama que recibió la Federación Española y que
supuestamente provenía de la FIFA, aunque finalmente nunca pudo
comprobarse su veracidad.
Muchos
condimentos para una película a la que no le faltó nada, ya que
llegado el entretiempo del desempate el resultado era de igualdad en
uno. En el complemento la paridad continuó reinando, y tras un tanto
más por lado afrontaron un alargue en el que tampoco pudieron
sacarse diferencias.
Así es que luego de 120 minutos en los que no hubo ganador, y a falta de dos décadas para la invención de la tanda de penales (que sería justamente en España), no quedó otra opción que recurrir al reglamento, que señalaba que tras la disputa de un desempate podía jugarse otro si ambas selecciones lo deseaban, o simplemente realizar un sorteo.
Conscientes de lo que ya habían conseguido, los turcos optaron por definir su futuro de la manera más simple: con dos papeles en una urna. Y allí fue donde ingresó en escena Il Bambino Franco Gemma, hijo de un empleado del estadio que se hallaba en el momento y lugar indicado, siendo el más joven de los presentes en la sala de prensa.
Conscientes de lo que ya habían conseguido, los turcos optaron por definir su futuro de la manera más simple: con dos papeles en una urna. Y allí fue donde ingresó en escena Il Bambino Franco Gemma, hijo de un empleado del estadio que se hallaba en el momento y lugar indicado, siendo el más joven de los presentes en la sala de prensa.
Con
los ojos vendados, la mano derecha de Franco (paradójicamente tocayo
de Francisco Franco, por aquel entonces dictador de España) sería
la encargada de desatar la algarabía entre los otomanos y la desazón
de los españoles, que tras finalizar cuartos en Brasil '50 tendrían
que regresar a la península ibérica sin siquiera visitar Suiza.
Los
turcos, por su parte, afrontaron su primer Mundial en compañía del
joven tano, que fue como una especie de amuleto, aunque finalmente se
volverían temprano a casa tras golear a Corea del Sur y sucumbir dos
veces frente a Alemania Federal. Pero, a fin de cuentas, ¿quién les
quita lo bailado?
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