A
raíz de sus impresionantes actuaciones, la selección de Islandia se
ha convertido en los últimos años en el conjunto representativo de
la cultura vikinga. Sin embargo, ese lugar le ha correspondido
durante décadas a Suecia, que con sus grandes logros a nivel
futbolístico ha reinado siempre entre los países nórdicos y hoy
busca recuperar esa corona que le fue arrebatada.
Con
un más que interesante palmarés, que incluye un subcampeonato y dos
terceros puestos en Mundiales, una semifinal de Eurocopa, un oro y
dos bronces olímpicos, y nueve consagraciones en las 14 ediciones
que se disputaron del Campeonato Nórdico, la Selección sueca ha
reinado siempre entre los vikingos, sacando una gran diferencia por
sobre Noruega, Finlandia, las Islas Feroe o la ya mencionada
Islandia, con jugadores que combinan casi a la perfección una gran
técnica con el poderío físico de los antiguos guerreros del norte
de Europa.
La
única oposición que han encontrado los auriazules entre
sus vecinos ha sido la de Dinamarca, que también forma parte de los
países escandinavos, aunque siempre priorizó la estética por sobre
la cuestión física en su juego, distanciándose de su herencia
nórdica.
Y
a decir verdad, la corona de Suecia nunca estuvo en discusión. Ya
desde principios del siglo pasado, más precisamente en los Juegos
Olímpicos de París 1924, los Blagult
(azules y amarillos, en sueco) obtuvieron un gran tercer puesto, que
14 años más tarde revalidarían en las mismas tierras al finalizar
cuartos en la Copa del Mundo de 1938, cayendo en el partido por el
bronce ante la que se convertiría con el paso de los años en su
mayor pesadilla: Brasil.
Tras
el parate por la Segunda Guerra Mundial, la sueca fue de las pocas
selecciones que pudo “sacar provecho” de la situación de los
demás países -futbolísticamente hablando- e ingresó en la que
podría denominarse como la edad de oro de su fútbol. Apenas tres
años después de finalizada la guerra los escandinavos se alzarían
con la presea dorada en los JJOO de Londres '48, para luego calzarse
el bronce en el Mundial de Brasil 1950, luego de acabar terceros en
el extraño cuadrangular final que le dio su segundo título a
Uruguay con el mítico Maracanazo.
Con
la vuelta del olimpismo a las tierras más boreales del Viejo
Continente, en 1952 llegó la tercera y última medalla para los
Blagult, con un nuevo
bronce, esta vez en Helsinki, y en lo que sería el preludio para el
gran logro mundialista de Suecia, que como local llegó a la final de
la Copa del Mundo de 1958, donde caería frente al Brasil de Pelé,
Garrincha y compañía.
Pero
este no sería el punto de partida, sino que más bien se convertiría
en el final de una gran generación y el naufragio de una Suecia que
debió esperar hasta 1992 para recibir un salvavidas. En aquel año
los nórdicos acogieron la Eurocopa y, en su debut absoluto en la
competición, accedieron a las semifinales de un torneo que fue
ganado por la sorprendente Dinamarca.
Habiendo recuperado la confianza,
los escandinavos darían un nuevo golpe, aunque esta vez en Estados
Unidos '94, donde finalizaron en un increíble tercer puesto tras
caer nuevamente con Brasil, que a la postre se consagraría campeón,
y superar en el partido por el bronce a la otra sorpresa: Bulgaria.
Así, con jugadores de la talla de Tomas Brolin o Henrik Larsson, la
esperanza de renacer volvía a los vikingos.
Pero
aunque desde aquel momento los suecos
no han podido posicionarse nuevamente en los primeros planos, Rusia
podría ser el punto de partida ideal para una selección que vuelve
a los Mundiales tras la ausencia en las últimas dos ediciones y el
broche de oro perfecto para la carrera de su gran rey: Zlatan
Ibrahimovic.

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