lunes, 12 de marzo de 2018

Con la efectividad como bandera


No caben dudas de que Alemania es de las pocas selecciones a las que se las puede tildar de favoritas en todos los torneos que dispute. Así lo marca su rica historia, en la que ha cosechado ocho títulos entre Mundiales, Eurocopas y Copa Confederaciones, además de alcanzar a disputar las semifinales en 24 de las 33 competiciones oficiales que supo disputar, y faltando únicamente a dos citas mundialistas y a tres europeas.

   Podría decirse incluso que ver a los teutones por detrás de los cuatro mejores en cualquier torneo es algo digno de contarle a los nietos, ya que con el paso de los años Alemania se ha convertido en sinónimo de éxito. Ya en su debut mundialista, allá por 1934, demostraron su capacidad futbolística con un gran tercer puesto en la por aquel entonces Italia fascista, aunque cuatro años más tarde caerían en la primera ronda de Francia '38. Pero claro que en aquel momento esto sería lo menos importante para un país que 15 meses después comenzaría el conflicto armado más grande de la historia: la Segunda Guerra Mundial.
   Con el final de la guerra en 1945 y la caída del régimen nazi, el país fue dividido en dos: por un lado la República Federal y por el otro la República Democrática; cada una con su propia selección, aunque la primera de ellas fue la que continuó con el legado de los teutones. Sin embargo, ninguna de las dos pudo participar del Mundial de 1950, ya que la FIFA les prohibió el ingreso como consecuencia de los crímenes cometidos durante el conflicto bélico.
   Pero si hay algo que al Die Mannschaft no se le puede tocar es el orgullo. Tras su ausencia en Brasil, en Suiza '54 alcanzaron por primera vez la gloria tras el denominado Milagro de Berna, en el que los alemanes superaron en la final a la gran favorita, Hungría, por 3-2 luego de comenzar dos goles abajo. Así es que apenas nueve años después de quedar devastada por la guerra, Alemania tocó el cielo con las manos y dio un batacazo solo comparable con el Maracanazo al vencer a los Magiares Mágicos de Ferenc Puskas y Sándor Kocsis, que acumulaban casi cuatro años sin derrotas.
   Un cuarto puesto en Suecia '58 y una caída en cuartos de final en Chile '62 serían la antesala para otra final histórica que tendría a los germánicos como protagonistas, aunque esta vez no por la épica, sino por la polémica que se suscitó en la definición de Inglaterra '66, cuando con un polémico gol de Geoff Hurst los locales superaron por 4-2 a los alemanes.
   Con el orgullo nuevamente herido, un tercer puesto en México '70 alcanzaría para la presentación en sociedad del Bombardero de la Nación, Gerd Muller, que con sus 10 goles calentaría los motores para sus subsiguientes apariciones, en las que junto a Sepp Maier y Franz Beckenbauer condujo a los teutones a las obtenciones de la Eurocopa 1972 y el Mundial de 1974, disputado en sus tierras y en el que derrotarían a otro de los grandes equipos de la historia: la Naranja Mecánica de Johan Cruyff.
   Luego de ganar una nueva Euro en 1980 y de dos subcampeonatos mundiales consecutivos entre 1982 y 1986, Italia '90 sería el escenario de la tercer consagración alemana, que liderada por Lothar Matthaus y Jurgen Klinsmann superó por 1-0 a la Argentina con un más que polémico penal y se vengó de la final perdida cuatro años atrás.
   Apenas unos meses después se concretó la reunificación de Alemania tras lo que fue la caída del Muro de Berlín en 1989. Y ya bajo una misma bandera, en 1996 llegaría el primer gran festejo futbolístico, con la obtención de la Eurocopa celebrada en Inglaterra.
   Con la llegada del nuevo milenio, el Die Mannschaft no perdería su sana costumbre de obtener medallas, y con un subcampeonato en 2002 más dos terceros puestos en 2006 (como local) y 2010 los alemanes coronarían un gran proyecto con su consagración en Brasil 2014, con el inolvidable 7-1 a los locales en las semifinales y el aún doloroso tanto de Mario Gotze en la definición.
   Nuevamente con la chapa de campeón vigente, Alemania intentará por primera vez en su historia ser bicampeón mundial y conquistar el país que hace casi 75 años le costó mucho más que una guerra.

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